No es relevante si somos las primeras en hacer muchas cosas. Pero si es importante asegurarnos de no ser las últimas.

Renovemos la energia positiva para que desde nuestro lugar de trabajo mantengamos viva la llama de nuestras conquistas.

Que nuestra fortaleza como mujeres surja de nuestra unión.

Las mujeres a lo largo de la historia debimos derribar muchas barreras para alcanzar el reconocimiento de nuestros derechos. El desafío hoy es consolidar aquellos derechos y, fundamentalmente, bregar por lograr aquéll que aún se nos adeuda, que es derecho a una vida libre de violencia.

Quiero recordar en esta semana tan especial una frase de Simone de Beauvoir “El punto no es que las mujeres simplemente quiten el poder de las manos de los hombres, ya que eso no cambiaría nada en el mundo. Se trata precisamente de destruir esa noción”. Seguimos avanzando hacia la igualdad de género todos los días.

“El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello se ha de garantizar la presencia de las mujeres tambien en el ambito laboral y en los diversos lugares donde se toman decisiones importantes, tanto en la iglesia como en las estructuras sociales” Evangelii Gaudium, n.103. Celebrando siempre mas y mas inclusión!!! Bregando desde el Poder Judicial por la protección de este y todos los derechos.

Una charla con mi hija Francesca de 5 años, me atraveso por completo. “Mamá, ¿porque la seño llama solo a los niños después del recreo … y las niñas? Nos dice Mariano Sigman en el libro “ El Poder de las palabras” que el lenguaje le da forma al pensamiento, comunica ideas y también las fabrica, por eso hay que usarlo con cuidado a sabiendas de que las palabras que usamos condicionan indefectiblemente la experiencia mental que tenemos. En este contexto, donde es imperioso abrazar y defender las conquistas realizadas, aprovecho este espacio para reivindicar la importancia de la utilización de un lenguaje que convoque, incluya y habilite.

El espejo advertí que mi reflejo ya no estaba tergiversado, que mis ojos se veían claramente, que mi cuerpo podía expresar sin dificultad el ritmo de mi vida. Advertí que mi rostro pálido y casi lúgubre se había vuelto radiante como el sol. Advertí que mi voz que era casi inaudible se oía, y lo mas importante para mí, era escuchada. Advertí con sorpresa que podía caminar por esos pasillos con la frente en alto, sin culpa, casi con alegría. Advertí, que frente a mí y a mi lado estaba “La Justicia”, que como un espejo reflejaba mi pequeño universo. Ahora visibilizado, ahora escuchado…

Sería interesante visibilizar más profundamente los patrones patriarcales subsistentes en la Institución.

Etimológicamente la palabra MUJER, suele asociarse al latín mulier, de allí, a mollis (por mole) en el sentido de débil. Esta acepción -no pacífica- nos demuestra que desde el mismo origen se ha tratado de colocarnos en un rol de debilidad y sumisión. Nada más erróneo. Mujeres como Simone de Beauvoir, Juana Azurduy, Mama Antula, Teresa Ratto, lucharon para que hoy todas disfrutemos del sufragio femenino, de la separación entre sexualidad y reproducción, de una maternidad libre, la liberación femenina, libertad sexual, planificación familiar, métodos anticonceptivos, entre otros derechos que lograron que se nos reconozcan. Pero aún, no podemos bajar los brazos, la lucha para alcanzar la igualdad laboral, social y evitar ser blanco de actos, hechos y omisiones violentas, no puede cesar. En éste, nuestro mes, valoremos enérgicamente a las mujeres reconocidas en las ciencias, artes, y política, pero también, fundamentalmente, a aquellas que no son tan visibilizadas: las que se quedan en sus hogares, dedicadas tiempo completo a sus familias; a las mamás refugiadas junto a niños de las guerras; a las que salen a buscar el pan a diario, a las que estudian, trabajan, cuidan de sus mayores, y a tantas otras que con su silencioso aporte social lo dan todo sin esperar nada. A ellas, vaya el sincero reconocimiento y agradecimiento por su ejemplo.

Creo que lo más valioso de sostener y militar la cuestión de género -en un mundo sometido a la inmediatez y a la fugacidad-, es su trascendencia. Tantas mujeres que nos precedieron alzando la voz para el reconocimiento de nuestros derechos, aún a sabiendas de que no llegarían a ejercerlos. En el presente, las que individual o colectivamente hacen lo propio, apostando otra vez, a un mundo más justo e igualitario para las generaciones que vienen. Éso que hemos leído por ahí, puesto en hechos: “Quien planta un árbol, sabiendo que nunca se sentará a su sombra, al menos ha comenzado a comprender el sentido de la vida”.